CIEN AÑOS DE SOLEDAD: PERSPECTIVA DEL NARRADOR

    La primera oración de la novela es por un narrador omnisciente: un narrador que no forma parte de la historia pero que los sabe todo respecto a ella. "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en que el padre lo llevo a ver el hielo".

    Podemos afirmar que el narrador siempre es omnisciente hasta que llega la frase final, cuyo narrador cambia y se encuentra dentro de la historia: "Sin embargo antes de llegar al verso final ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los espejismos)  sería arrasada por el viento y desterrada en la memoria de los hombres en el instante que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra".





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